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He oído decir que el hombre más odiado de España es el señor Joan Laporta. En Francia, el hombre más odiado es también un catalán que trabaja en el gremio del fútbol: Raymond Domenech, hijo de republicanos catalanes. El seleccionador francés me inspira sentimientos contradictorios... Cuando tantos entrenadores llevan un chándal, Domenech siempre viste con una elegancia sobria y real. Sus despropósitos a menudo me hacen gracia. La semana pasada los periodistas franceses lo interrogaron sobre la composición del equipo. Respondió: «Os puedo decir que habrá un portero y 10 jugadores...». Ahora bien, sus opciones siempre me han parecido extrañas. No entiendo su manía de ordenar calentar casi siempre a los suplentes solo cinco minutos antes del final de los partidos.

Durante la Copa del Mundo del 2006 no convocó a Ludovic Giuly. Las malas lenguas repiten que Giuly demostraba demasiado interés por la periodista Estelle Denis, la guapa compañera del seleccionador y presentadora de programas deportivos. Nadie ha olvidado que Domenech le pidió la mano el 17 de junio del 2006 ante los millones de telespectadores del canal M6 algunos segundos después de la final perdida contra Italia. Sería demasiado largo comentar detalladamente las peripecias de las relaciones de Frank Ribéry con una prostituta menor de edad... En todo caso, esta historia no ha mejorado la imagen que se ha labrado a pulso la selección.

Contra toda evidencia, Domenech ha seleccionado cinco veces seguidas a Nicolas Anelka. El balance es espantoso como el silencio del infinito. Ni un miserable gol. Después de la primera media parte calamitosa contra México, el entrenador reprochó al atacante su atonía. Anelka le respondió: «Va te faire enculer sale fils de pute!». Creo que sobra la traducción. Con un día de retraso, la federación francesa ha decidido suspender al jugador. El domingo, los jugadores llegaron al campo Field of Dreams,

enfrente de su hotel. Se solidarizaron con su compañero y se negaron a entrenar. Indignado, avergonzado, Jean-Louis Valentin, director delegado, dimitió. Escribo estas líneas la noche del domingo, y no sé qué pasará el lunes y el martes. ¿Un futbolista francés asesinará a Domenech? ¿Harán huelga los jugadores franceses? ¿Secuestrarán a Domenech y pedirán un rescate que nadie querrá pagar? Why not?...

Tal vez derrotarán a Suráfrica y, quién sabe, ganarán el Mundial. No se sabe nunca con estos pajarracos... Si yo fuera el rey de Francia, recordaría al rey Ferrante en La reine morte de Henry de Montherlant. Encarcelaría a todos los jugadores de la selección por algunos meses. «En prison, en prison pour médiocrité».