Artículo publicado en El Periódico de Catalunya, pàg.72, 19/05/2010
La Petite Gironde, Burdeos, 29/06/1940
Mi abuelo se llamaba Mitrofan Bezsonov. Esta coincidencia ha atraído mis simpatías hacia Iliá Mitrofanov, novelista que nació en Ucrania en 1948 y murió en 1994. Vivió en Besarabia, una región fronteriza devorada en los temporales de la historia como la Prusia Oriental, Silesia y la Argelia francesa. En las tres narraciones de Besarabia, Mitrofanov recrea otros tantos episodios clave del destino de la patria perdida. La acción de El testigo tiene lugar en una barbería de una población cuando el Ejército rojo se anexiona la región en 1939. La malaventura nos transporta a la posguerra y con El pasajero visitamos el puerto de Odessa unos cuantos años antes de la caída del Muro. Con un estilo llano y unos personajes pintorescos, los tres relatos tienen la fuerza y la riqueza de la vida. Mitrofanov, carpintero de profesión, sabía cómo transmitir todos los perfumes, todas las risas, todos los colores frágiles de su tierra. La primera frase podría figurar en una antología de los incipits al lado del Quijote o Ana Karenina. "A los 15 años ya me ganaba el pan".
Cada historia presenta una tonalidad diferente. El viejo barbero de El testigo se expresa en un chapurreado lleno de rumano. Como en Los días contados de Mihail Banffy, la cuestión lingüística es muy importante . Los personajes hablan rumano, ruso, ucraniano, búlgaro, yiddish...
Iliá Mitrofanov, sin pretender revolucionar los cimientos de la literatura, es un escritor serio, sólido, que solo desea explicarnos historias de la mejor manera sin aburrirnos nunca. En nuestra época, en que la literatura se convierte tan a menudo en aburrimiento pretencioso y vano, las pequeñas historias de Mitrofanov prueban que la Santa Rusia tiene aún reservas de grandes escritores que refrescan la atmósfera como una pequeña canción ligera de antaño.