Xavier Moret, El Periódico de Catalunya, 13/03/2010
foto de Marcel Amidieu
En el pequeño pueblo donde vivo la nevada nos regaló dos palmos de nieve, 24 horas sin electricidad y una sensación de aislamiento, de desconexión del mundo, que hacía mucho tiempo que no sentía. Durante unas horas, la nieve borró literalmente la carretera, canceló todos los adelantos tecnológicos y nos hizo retroceder a un pasado en el que las familias se reunían al calor del hogar, con la compañía de un libro, de una radio de pilas o de una conversación pausada.
La nevada ha puesto al descubierto una mala planificación, el sufrimiento de los bloqueados en la carretera y la poca cintura de algunos políticos, pero también nos ha traído un bellísimo paisaje nórdico, unas dosis de humor sobre la candidatura olímpica Barcelona 2022, el vivir por unas horas al ritmo de la luz solar, el placer de redescubrir el silencio, la lectura junto al fuego y la satisfacción de comprobar que es posible vivir sin televisión, sin ordenador, sin internet y hasta sin teléfono... siempre que el paréntesis no se alargue demasiado.
Junto al fuego me leí de un tirón Un país de butxaca, un libro en el que Joan-Daniel Bezsonoff habla de sus abuelos, de cómo era la vida del campo y del catalán que se ha ido perdiendo en el Rosellón. Mientras lo leía, me acordé de Fulls de contacte, un libro de memorias de Xavier Miserachs que también es cosa del pasado, empezando por un título que, en tiempos de fotografía digital, muchos jóvenes no entenderán. Miserachs cuenta en él que un día en que se quedaron sin luz, una pija soltó entre risas: «¡Es como si fuéramos pobres!».
El comentario retrata a una pija que solo conocía la pobreza de oídas, pero hay que admitir que la ausencia de electricidad nos saca de la monotonía y nos traslada a otro mundo, «el mundo de ayer», que diría Stefan Zweig. Un mundo en el que el fuego y un buen libro pueden ser la mejor compañía, un mundo como el que describe Bezsonoff en Un país de butxaca