El Periódico de Catalunya, 30/12/2009
Cuando estudiaba en el colegio Le Lys de Cannes, nuestra profesora de castellano nos pidió que comentásemos una frase de Miguel de Unamuno: «Cuando me dicen de un hombre que habla como un libro, siempre digo que prefiero los libros que hablan como hombres». Creo que La ciudad de los espíritus, de Mark Mazower, le habría gustado a don Miguel. Sin que su erudición nos resulte nunca pesada, Mazower explica la historia trágica, a veces cómica y casi siempre apasionante, de los judíos de Salónica.
Expulsados por los reyes católicos en 1492, los judíos de España se refugiaron en esta ciudad del norte de Grecia y en muchas islas de los mares Egeo y Jónico como Corfú, patria de Albert Cohen, el gran escritor francófono que noveló la gesta de su pueblo en libros como Solal y Mangeclous. Los judíos de Salónica conservaron el uso del castellano del siglo XV y la nostalgia por la piel de toro. «El marino Diego Galán, oriundo de Toledo, comprobó que los judíos de la ciudad ‘hablan castellano tan bien y con tan buen acento como en la capital del imperio’. Estaban orgullosos de su lengua, de su flexibilidad y dulzura, de su capacidad para poner en su sitio con un oportuno diminutivo las palabras grandilocuentes y rimbombantes» (página 71).
Aislados en la aljama –la xudería, que decían, pronunciándola como la x catalana o la ch francesa– los judíos salieron de ella a lo largo de siglos bajo el yugo otomano, sobre todo hacia finales del siglo XIX. Se fueron diseminando por toda la ciudad de Salónica. Mantuvieron los oficios tradicionales, conquistando otros. A inicios del siglo XX, los burgueses hebreos hablaban francés, inglés y, naturalmente, el castellano del Renacimiento. Llevaban a sus hijos al Llycée Saint-Vincent de Paul o al Petit-Lycée.
Durante la primera guerra mundial, que los occidentales exportaron, la región de Salónica fue el teatro de una larga batalla (el lector cinéfilo podrá ver Salónica, nido de espías, de Georg-Wilhem Pabst, con Louis Jouvet, espía del káiser,y Pierre Fresnay, capitán francés demasiado sentimental). Mark Mazower, gracias a su talento y a una serie muy rica de fotos y de mapas, consigue recrear el esplendor y el refinamiento de la ciudad entre las dos guerras mundiales. El libro siempre conserva un tono ameno y humano. No aburre nunca al lector y, al mismo tiempo, propone una documentación variada y sólida.
El autor nos revela todas las disensiones entre los judíos de Salónica, entre los sionistas y los que se querían quedar en Grecia. «La idea de fundar una patria nacional judía en Palestina solo se dio a conocer en la ciudad a principios del siglo XX. (…) Mucho antes de la revuelta árabe de 1936, ya se tenía la sensación de que el sionismo carecía de una respuesta a los problemas de la judería tesalonicense» ( página465).
Los nazis invadieron Grecia en 1941 para sostener a su aliado Mussolini, que estaba pasando por serios problemas. Las SS exterminaron a la práctica totalidad de los judíos sefarditas de Salónica y de toda Grecia, como hicieron con los askenazis de Polonia y Rusia. Eliminándolos físicamente, pretendían suprimir todos los vestigios de la presencia judía. Un libro como el estudio piadoso y remarcable de Mazower demuestra que los hitlerianos fracasaron.
LA CIUDAD DE LOS ESPÍRITUS
Mark Mazower
Traducción: Santiago Jordán
Crítica. 624 págs. 29,90 €