La gran sorpresa del año en la literatura catalana ha sido el descubrimiento, a los 65 años, de Sílvia Alcàntara: Olor de colònia, su primera obra publicada, una reconstrucción de la vida en una colonia fabril en la posguerra, se ha tuteado con los grandes best-sellers internacionales traducidos al catalán. Ausentes por incomparecencia o flojera algunos autores consagrados, han sido varias voces en proceso acelerado de maduración pero aún no canonizadas (y ninguna de ellas barcelonesa), las que han mantenido el nivel: el viaje desde los años 70 hasta hoy en la capital del Alt Empordà de Vicenç Pagès Jordà (Figueres, 1963), la misteriosa visita al Pirineo de Imma Monsó (Lleida, 1959), los recuerdos entre nostálgicos y amargos de la Francia infantil de Joan-Daniel Bezsonoff (Perpinyà, 1963) y la Rusia literaria inventada por Francesc Serés (Saidí, 1972).