Reseña publicada en El Periódico de Catalunya del 28/10/2009
La bèstia del Vacarès
Josèp d’Arbaud
Traducción catalana de Jaume Figueras i Trull
Editorial Galerada
Barcelona, 2009. 210 p
Conozco a un apóstol. Pero, ay, no hace milagros. Se llama Jaume Figueras i Trull y es el apóstol del occitano. Acaba de publicar un trabajo admirable: la traducción de La bèstia del Vacarès, de Josèp d’Arbaud (Meyrargues, 1874-1950), acompañada de un postfacio magistral y de una transcripción del texto en grafía clásica, más accessible para el lector catalán que la ortografía original. Con Figueras comparto el sueño de que, con un esfuerzo mínimo recompensado por un caudal de alegrías, el lector podrá disfrutar de la obra original: una novela que es una auténtica obra maestra, una de las cumbres de la literatura europea del siglo XX. Con un estilo clásico, apolíneo, d’Arbau, a través de los mitos ultralocales de una laguna de la Provenza, llega a lo universal.
Totda la obra aparece como un himno a la tradición. D’Arbau, como la mayoría de los felibres, es un mantenedor (un mantenèire). No tiene una visión dinámica de la lengua sino que la ve con ojos de conservador: es necesario mantener el país tal como es. Para decirlo claramente, D’Arbau es un reaccionario. Y es igual. Cada palabra la ve como una joya del tresoro. El poeta se embriaga con los topónimos de su país a la manera de Charles Péguy («Acabava, doncs, de passar sense cap ensurt el gual de la Damisel·la —que és com se’n diu— i Clar de Lluna, un pic en terra ferma» ( página 27). En una atmósfera misteriosa, opresiva, conoceremos un ente muy extraño... y no diré nada más. «Sento ben clarament, a cada instant, a totes hores com al meu volt ronda la follia, aquella follia que ja em pensava, per sempre més, haver fer fora» ( página 151).
Primo mediterráneo de Guy de Maupassant y de Iván Turgeniev, D’Arbau se mueve en un mundo amenazado por la desaparición y la demencia. Aferrándose a su provenzal de la Camarga, al que ama con un desesperado dolor, el novelista describe la agonía de un mundo, el suyo. Esta novela crepuscular, brumosa, palustre, de temática casi prusiana, pagana y muy cristiana a la vez, es rica en informaciones sobre la vida cotidiana en tiempos medievales. Como todos los escritores occitanos y catalanes pasados por los pupitres de la escuela francesa, Josèp d’Arbau tiene la inmensa suerte de ver como brillan las últimas luces de una lengua asesinada.