Màrius Serra, La Vanguardia, 10/11/2012
Joan -Daniel Bezsonoff es un escritor norcatalán
de trayectoria notable. Nacido en Perpiñán en 1963, empezó a publicar en la editorial rosellonesa
El Trabucaire,
pero algunos no le descubrimos
hasta que hizo el salto a Empúries para publicar una serie
de novelas excelentes situadas en momentos históricos
clave:
La presonera d’Alger (2002), La guerra dels cornuts
(2004) y
Les amnèsies de Déu (2005). Convergían en
ellas elementos que las dotaban de un aire nuevo en nuestras
letras. Por un lado, una lengua literaria peculiar, forjada
en mil lecturas y en el habla de los ancestros, sin
abusar de particularismos pero sin renunciar a ellos, la
de alguien que se toma la vida con filología. Pero también
una sensualidad desaforada inscrita en episodios
históricos bien documentados, un punto de vista intrínsecamente
europeo y la creación de personajes de la cultura
catalana en entornos poco habituales en nuestra literatura.
Por ejemplo, el teniente del ejército francés
Alexandre Pagès, herido en la Primera Guerra Mundial
y destinado al consulado francés de Barcelona con la misión
de reclutar a jóvenes catalanes para el ejército aliado
con la (vana) promesa de que, caso de ganar, las tropas
aliadas concederían la independencia a Catalunya.
La sorpresa causada por su mundo narrativo propició
que el mundo editorial le pidiese libros memorialísticos
que explicasen de dónde surgía un escritor como él. Así
nacieron
Els taxistes del tsar (2007), sobre la indagación
en sus ancestros rusos,
Una educació francesa (2009) o
Un país de butxaca
(2010), sobre su catalanidad. Desde
entonces, cada nuevo libro de Bezsonoff lo confirma como
un memorialista excelente, nada ajeno al feliz descubrimiento
que, a ojos de sus lectores surcatalanes, una
buena parte de su cotidianidad le transforma en todo un
personaje, con su
curiosidad poliglótica,
su pasión por
las canciones de
Luis Mariano y sus
crisis de hombre
abandonado pero
siempre atento a
nuevos encuentros.
Tras reincidir en la
novela con
La melancolia dels oficials (Empúries, 2011),
ahora
L’Avenç le publica Les meues universitats, unas memorias
de los años de formación que añaden un nuevo
elemento específico a su, válgame el oxímoron,
exotismo
endógeno
. Y es que cuando Bezso nos relata su paso por
la Hypokh
âgne (el primer año de estudios de letras en el
sistema francés, oficialmente Lettres Supérieures) y la
Kh
âgne (el segundo, o Première Supérieure), descubrimos
que la suya es una de les últimas generaciones educadas
con unos cánones (griego, latín) que han desaparecido.
Es impagable cuando se enamora del castellano en
textos del Siglo de Oro y el contraste con la lengua que
habla la gente en Salamanca, donde no logran comprender
que un francés hable catalán. Todas las lenguas, especialmente
las románicas, son la patria de Bezsonoff, pero
elige como propia el catalán.